Historia del cuarto de baño

Los retretes y los lavabos tienen historia y el Museo del Mueble de Viena se ha lanzado a contarla para recordar que ya antes de los cuartos de baño y del agua corriente, el tema de acicalarse y aliviarse cada día era un tema capital en la vida de nuestros antepasados.

“Testigos íntimos” es el nombre de la exposición que la galería vienesa dedica a la evolución de la higiene personal a través de los muebles y utensilios que la hacían posible, especialmente provenientes de la nobleza y la corte de los Habsburgo.

Jofainas, bidés, retretes, peinadoras y demás artefactos relacionados con el aseo son los objetos de una muestra que viaja desde los usos higiénicos de la Baja Edad Media hasta la aparición del moderno cuarto de baño en los años cincuenta del siglo XX.

Unos objetos que nos permiten saber cómo se las arreglaba la emperatriz Sisi para aparecer siempre bella en público o cómo eran los primeros inodoros que se instalaron en los palacios imperiales.

Piezas a los que la comisaria de la exposición, Eva Ottillinger, concede un gran valor histórico y cultural más allá de la curiosidad y la sorpresa que despiertan verlos reunidos en un museo.

“Es una oportunidad de plantear cuestiones sobre la cultura diaria y la higiene corporal de la mano de objetos concretos”,

declaró la experta en mobiliario.

La historia del aseo

“Aprendemos que en épocas pasadas la gente también se lavaba, aunque de una forma muy distinta a como lo hacemos ahora. No existía el cuarto de baño sino que todas esas tareas se tenían que hacer con objetos móviles. Todo el trabajo era mucho más costoso, había que recoger y calentar el agua, y luego tirarla”, relata Ottillinger.

Algunos de los platos fuertes de la exposición son la recreación del vestidor donde la archiduquesa Maria Anna se acicalaba en 1831 o el neceser de viaje de Sisi, conocida por su afición a la cosmética y el culto al cuerpo.

Máscaras faciales hechas con ternera cruda o crema de fresas y baños de aceite de oliva eran algunas de las fórmulas naturistas empleadas por Sisi. Además, la emperatriz dedicaba varias horas diarias al peinado de su pelo y una vez a la semana lo lavaba con una mezcla de yema de huevo y brandy francés.

También se enseñan otros objetos más escatológicos, como los “Zimmerretiraden”, sillones con un agujero circular en el asiento y un depósito, diseñados para poder evacuar en la propia habitación.

También son curiosos los “bourdalous”, unos orinales con forma de salsera cuyo origen y nombre tienen detrás una curiosa leyenda.

Se cuenta que estas bacinillas eran usadas por las damas de la corte de Luis XIV para orinar “in situ” y no perderse ni un pasaje de los extensos sermones del predicador jesuita Louis Bourdaloue.

Tampoco faltan bidés de época, un utensilio surgido a mediados del siglo XVIII y en el que personajes como Madame de Pompadur, amante de Luis XV, o el legendario Casanova, veían una clara vinculación entre higiene y erotismo.

Las novedades

Con la llegada del agua corriente y el alcantarillado a las ciudades, a finales del siglo XIX, llegó también la aparición del cuarto de baño como hoy lo conocemos y la democratización del aseo.

De 1905 son algunos de los inodoros profusamente decorados con dibujos y relieves que la exposición muestra y que en su día se usaron en el Palacio de Schonbrunn.

La demanda de bañeras y lavabos empujó la aparición de una profesión, los fontaneros, y de una industria proveedora de sanitarios. “Báñate en casa”, era el rompedor eslogan del anuncio de una casa de bañeras vienesa allá por 1900.

Los primeros cuartos de baños propiamente dichos eran aún espacios con canapés, más cercanos al vestidor pensado para un aseo sin prisas que al recinto más funcional y frío que hoy conocemos.

Varios diseños y bocetos del arquitecto austríaco Adolf Loos ejemplifican esas habitaciones de principios del siglo XX, cuando tener cuarto de baño era aún un lujo no al alcance de todos.

Fuente: © EFE

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